lunes, 25 de agosto de 2008

Beneficios de la UE, mezcolanza

Las vacaciones de verano bajan el ritmo del cuerpo hasta relajarlo. En ese estado de ánimo se pueden observar mejor los sitios que se visitan. En este corto mes de agosto he visitado la bretaña, en Francia. He observado diferencias entre ese país y el nuestro que nos enriquecen a ambos si nos mezcláramos. nos harían crecer.

En Francia he visto a mucha gente que andaba por sí misma. He visto a chicos y chicas que leían, que montaban en bici para ir a algún sitio. Me ha gustado mucho conocer a algún gabacho con personalidad y ver que esa soledad que les otorga el clima y la bonanza económica también puede molar. Estuve en unas fiestas de un pueblo donde un chico cantaba canciones de gran calado, de antiguo juglar y que la gente le escuchaba sentado. He visto menos borreguismo que por estas latitudes. Gente con planes propios, con el día lleno.

Cuando he regresado a Madrid, de nuevo he visto cosas que me han ayudado a reintegrarme fácilmente en esta sociedad tras las vacas locas sin desintegrarme en la reentrada en la atmósfera. En las terrazas, la gente hablando, ejerciendo una sociabilidad muy rica que he de reconocer que llevo encantado encima. En el trabajo recibiendo bromas, en la familia compartiendo momentos de mi viaje.

Lo que me gustaría es que España se pringara un poco de la individualidad de Francia. Esa entidad propia que les hace despuntar como individuos y que permite un desarrollo a través de las personas, con sus propios ideales. Me gustaría ver a la sociedad española menos borrega y más reivindicativa en lo individual. A la vez me gustaría que Francia se empapara del necesario contacto humano que regalamos aquí y que no llamara tanto la atención a la gente por salirse de las fastidiosas normas rígidas que disponen para estandarizar bellamente el país.

Esto son divagaciones que se añaden al disfrute de la visión de acantilados enormes, canales con bosques frondosos, un océano furioso que acoge a muchas personas en sus playas y una cocina que no puedo escribir con palabras y tuviera para ello que poner interjecciones extrañas y así sencillamente aquí dibujarlas. Recomiendo esa visita si tan solo por unos días se pueden olvidar los bailes y los bares, los gritos y las multitudes. No es fácil para el españolito de a pie. Hay que ir bien acompañado.



martes, 5 de agosto de 2008

La isla más aislada

En el comienzo del verano de 2003 fui al cine a ver el documental sobre Fidel Castro que había realizado Oliver Stone. Quedé alucinado por la lucidez del verbo de Castro y por la inteligencia de sus singulares y valientes ideas. Ese mismo verano, junto con mi hermana y un amigo, salimos para Cuba hacia un viaje intenso.

Viajé con la idea de que tanto consumismo en "occidente" nos estaba perjudicando al saboreo de los placeres simples, causando depresiones por no encontrar la sospechada felicidad suprema, por una incesable ansiedad que no nos llevaba a nada. Estas enfermedades creía yo que tenía mi cultura también. Algo transladado de algún sinsabor personal, supongo, algo con razón también.

Cuba es un sitio extraordinario y supongo que siempre lo ha sido. La gente es naturalmente inteligente, con una energía creativa inigualable. La isla es preciosa y el diálogo es tremendo. La moral se mueve por linderos arriesgados y el sexo es otra cosa distinta a la de acá. No hay razón en justificar estos valores tan extraordinarios basándose en su sistema político. No se entiende en Cuba ni en ningún otro país.

La enfermedad de Cuba no reside en que no tengan para comer (que sí lo tienen, quizás nada opulento pero nadie pasa hambre), ni tampoco en que las ideas de la revolución sean malas, sus ideas son buenas pero pasan por el virus de Cuba. La enfermedad de Cuba es la falta de libertades. Sin ellas y sin la permeabilidad que hoy en día conllevan, la isla se convierte en una especie de circo para turistas y donde la gente sólo puede echar de menos y no interactuar con ella. Es como una novia a distancia que está muy ocupada en sí misma. Es una patraña decir que la gente crea en ello. La gente, como aquí, cree en lo que puede y además, como dice Castro en su mono-doc, está predispuesta a creer. La gente se escapa, como de la pobreza de África.

Hoy he visto el documental de nuevo en la tele y casi vuelvo a quedar prendado de la dialéctica de Castro. Dos cosas me han despertado. Dice que le encanta persuadir a la gente (es un coñazo de pibe, echa discursos de horas) y también que en la vida se ha preguntado ni por un momento si necesitaba un psiquiatra. Vive aislado y así morirá, en su mundo.






viernes, 1 de agosto de 2008

Espiritualidad


Por recomendación de Colman Gota, cantante de los Insanity Wave, abogado de pro y buen compañero de viajes y basket, he llegado a conocer un magnífico documental sobre la vida de Bob Dylan. Aunque los grupos que le llegan a Don Colman suelen ser del todo desconocidos para mí y no engancharme a primera vista, reconozco en él un gran sentido y sensibilidad por la música. Me fío de sus recomendaciones. Del caserío me fío y así he conocido por ejemplo a Chano Domínguez, Ojos de Brujo, Neil Young, y otros tipos que ha ido nombrando por descuido y a los cuales he ido echando a mi buchaca musical. Luego hay otros que no conoce ni su padre y que son de una vertiente que él practica con su grupo que se llama Power Pop y que es muy particular. A estos suelo no escucharlos.

Pues bien, viendo el documental “No direction home” he disfrutado mucho. Es un documental tipo americano en el que un gran número de grandes personajes hablan en tiempos diferentes y, según la acción del documental, aparecen y desaparecen. Es un estilo muy profesional porque no se hace nada pesado y parece que todo el mundo está coordinado. No lo está ni mucho menos pero es que sucede que se habla mucho de las mismas cosas y se puede agrupar para no aburrir.

Uno de los personajes que aparece es Pete Seeger al que no conocía ni por asomo antes. Este señor, el cual canta con músicos negros para apoyar su desesperada lucha por los derechos civiles, señala que en la música Folk en la que se sumerge Dylan se encuentra la actividad que realiza toda organización: Aprender bien lo realizado con anterioridad y adaptarlo a los tiempos actuales. Sin más. El cantante del Mid West echó a andar millas porque no sentía que tuviera hogar. En el camino se sumergió en la música tradicional de la gente que encontraba. Su camino, su afán de ser estrella y su sensibilidad le hicieron capaz de asimilar lo que toda una generación sentía en aquellos años.

Cuando veo las imágenes del documental donde Dylan reconoce que no sabía bien lo que significaba su composición, creo que este tipo era un auténtico receptor de culturas que supo articularlas.

Me ha molado mucho el doc. Creo que la espiritualidad sigue viva y que la necesitamos. La busco y la encontraré por mis huevos como consiguió este pájaro bajito con voz viva y cambiante.

En foto de abajo aparezco haciendo una inmersión en el mar en busca de esa espiritualidad sin encontrarla y por lo tanto subiendo de nuevo a la superficie (me ahogaba). En confianza os comento que una sepia de por ahí abajo me dijo que la espiritualidad también reside por arriba, con menor densidad, más fácil de compartir.