El otro día me reuní con unos viejos amigos en lo que ya parece ser la cena anual de Navidad. Fue una cena en la que casi todos preparamos algo con esmero. Hubo pimientos rellenos de bacalao, tortilla de patata "abuela style", cochinillo asado (casi con manzana en la boca), buenos vinos, ensaladas coquetas, etc. Es sorprendente como evolucionamos en tan poco tiempo. Puede que nos hayamos hecho mayores, refinando los gustos y también puede que nos hayamos vuelto unos metrosexuales de cuidado. En algún termino medio nos encontramos. Menos mal que para compensar terminamos la cena con unos buenos copazos de ron entre pecho y espalda.
También los temas de conversación han tomado nuevos derroteros. Quizás sea que ahora hablamos de las cosas mas intimas con menos pudor y necesidad de aliño alcohólico. El caso es que al llegar los postres (si, también había unos postres deliciosos) un tema sobresaliente a todos se puso encima de la mesa. Conversamos sobre las relaciones afectivas hombre-mujer a los 30. Nos acordamos de los primeros amores, grandes y tortuosos. Vimos, en fin, como también en el amor y en el sexo ya no nos conformamos con una hamburguesa con coca-cola.
En mi recuerdo viene ahora ese libro tan reconocido. Quijote cabalgo largo y tendido con Sancho viviendo tremendas aventuras que en su intensidad provocaron el cambio de personalidad de cada uno, la adaptación, guia óptima de la capacidad de supervivencia del ser humano. El motor de inicio de Quijote fueron los ideales, la teoría mas absoluta, la grandilocuente versión de una tierra llana al objeto de volar del misero pueblo, a caballo de la locura. La locura fue un poderosisimo motor que le llevo a mover incluso al perezoso Sancho. El famoso escudero, por su parte, venia movido por la necesidad, por un estomago roto y por un intento de alcanzar la estabilidad. No le dio importancia siquiera al verdadero impulsor del viaje. Suponía que quien iniciase una aventura semejante bien debía valer para ello. A cada rato, sin embargo, temía con miedo razonado las locuras y los (pero también) atrevimientos de su señor.
Al cabo, con la experiencia marcada, ambos fueron ajustando sus niveles de aspiración, intercambiando ilusiones y formas de ser. Quijote comienza a desear estar mas tranquilo y Sancho poco a poco empieza a volar con la imaginación.
Creo que la treintena es muy buena época para amar. Podemos mezclar sin pudor lo que necesitamos con lo que nos ilusiona. Nos es dado ahora elegir sonreír, decir cosas agradables para crear convivencia. Crear el código que por encima de los problemas de cada uno, sea valido para compartir la vida.
Por ultimo quiero decir que en el gran libro, Miguel de Cervantes escribe la muerte de Don Quijote al final de la segunda y ultima parte. En mi opinión nos advierte que la ilusión no puede nunca perderse si se quiere sobrevivir al amor, al trabajo, al camping o a lo que sea.
PS1- Me encuentro en Chicago y es por eso que el teclado me la juega, disculpen las faltas de ortografía.
Ps.2- Joder, de los dos últimos mails me siento como un autentico guru de la meditación. Prometo ser mas descriptivo y reírme mas de mi o de mi entorno en mis próximo blogs.