En satisfacer sus necesidades básicas. En eso no se diferencian mucho de nosotros. Lo que diferencia a unos y a otros es la capacidad que tenemos de interactuar con nuestro entorno para cubrir esas necesidades.
En el mes de marzo, la revista National Geographic publica un interesante reportaje sobre las capacidades cognitivas de los animales. Varios científicos de todo el mundo son entrevistados. Se hace una presentación de las principales experiencias que se llevan a cabo con animales en este campo.
Aparece un loro, Alex, que es estudiado por una mujer que recae constantemente en la transferencia entre el loro y ella. Le pone palabras en su boca e interactúa como hacen necesariamente las madres con sus hijos, porque no hablan. El caso es que esa experiencia que es la primera no me gusta mucho.
Sin embargo, el artículo continúa con unas fotos tremendas de Vincent J. Musi que podéis observar en http://ngm.nationalgeographic.com/2008/03/animal-minds/musi-photography y el artículo en sí en la página de noticias de Aurora Photos: http://news.auroraphotos.com/?p=356
En general nos habla de unas formas de vida con una evolución diferente a la nuestra. Remarca la importancia del entorno y de la constitución física de los mismos. Es interesante ver que no sólo nosotros tenemos una inteligencia determinada como correcta porque a un pulpo poco le valen nuestras habilidades lingüísticas debajo del agua y a nosotros echar tinta por algún hueco no nos favorece mucho que digamos.
Me ha enternecido la calidad de las fotografías. Me ha gustado ver que hay científicos que estudian cómo aprenden los animales que tienen una limitación de partida, por ejemplo la urraca (que cambia el escondite de su comida si otra urraca la ve esconderla, cuando la otra urraca se ha marchado) tiene el cerebro del tamaño de una nuez. La limitación se refiere en comparación al tamaño del cerebro de un simio o de un delfín. Lindo es que ahora no se estudie otras formas de pensamiento como menores o “dulces” si no solamente como diferentes. Entender esa diferencia es la base del respeto.
Me anima saber que ése es el camino que emprende la ciencia ahora. Hacer un esfuerzo por comprender la diferencia es hacer un mayor esfuerzo. A la hora de convivir con personas con limitaciones psicomotrices o a la hora de compartir el hábitat con otros formas de vida, nos hace más humanos.
Esa sí es una forma de aprovechar el sobrante de cerebro que nos queda a los grandes simios tras satisfacer las necesidades básicas. Hmmm…se me ocurren otros.
PS. Me ha tocado la fibra especialmente la fotografía del pulpo. En el pie de foto dice: JB. Pulpo gigante del Pacífico. Tiene personalidad propia, usa herramientas, reconoce individuos. Acuario Nacional de Baltimore, Maryland. Los pulpos pueden tapar con piedras la entrada de su madriguera o divertirse disparando agua a botellas de plástico (el primer comportamiento lúdico observado en invertebrados) y al personal del laboratorio. Puede que incluso expresen emociones básicas cambiando de color, dice Roland Anderson, del Acuario de Seattle.